domingo, 1 de enero de 2017

Etiquetas:

TURISMO GARROVILLAS DE ALCONETAR


A 30 minutos de Cáceres, te encuentras unos de los pueblos más característicos de Extremadura:

Garrovillas de Alconétar

Garrovillas de Alconétar surge cuando una aldea de la Baja Edad Media, Garrovillas, acoge a los habitantes de otra aldea, Alconétar, al ser destruida esta segunda en tiempos de moros y cristianos. La hizo famosa el Puente Mantible, que se cuenta construyeron los romanos sobre la Vía de la Plata.

Si visitas esta tierra, que en su día inspiró al célebre Calderón de la Barca, no pases por alto sus siete puntos patrimoniales: su plaza de la Constitución, considerada Monumento Histórico- Artístico de Interés Nacional; las Iglesias de San Pedro Apóstol, Santa María de la Consolación y el Santuario Nuestra Señora de Altagracia, los conventos de San Antonio de Padua y el de las Monjas Jerónimas y el Palacio de los Condes de Alba de Liste.

Su corral de las comedias también puede resultar una visita interesante, pues fue construido al modo del Siglo de Oro, siguiendo el estilo del corral de comedias de Almagro.

Pasear por el antiguo barrio judío, llamado por sus habitantes "Los Castillejos", tampoco te dejará indiferente por sus callejuelas estrechas y sinuosas.

Si tienes oportunidad de conocer esta población durante la celebración de alguna de sus fiestas o ferias, podrás saborear de primera mano la cultura y tradición de este singular municipio cacereño.

Este pueblo Las aguas del río Tajo, por erosión, han marcado un característico perfil en los suelos pizarrosos del municipio y los contrastes de sus formas resultan buenos marcos paisajísticos para la práctica del senderismo. Además, testimonios mudos de la arquitectura civil y religiosa jalonan el municipio, preservando de esta forma la historia local.


Labrada la totalidad del municipio por monumentos que hablan de su rico pasado, Garrovillas será un buen espacio para disfrutar de la perfecta combinación entre naturaleza y patrimonio humano.

Turismo Garrovillas

Garrovillas del Alconétar pasa por tener la mejor plaza porticada del siglo XV de toda Extremadura, bien merece por ello soólo una visita. Se trata de un espacio de unos 4.000 metros cuadrados donde se muestra una exquisita arquitectura popular extremeña, no en balde los míticos templarios fueron los dueños de toda esta comarca de Alconétar.

Allí mismo está el Palacio de los Duques de Alba y Aliste, reconvertido hoy en un interesante establecimiento hotelero de la Red de Hospederías de la Junta de Extremadura. No hay que dejar de visitar las iglesias de San Pedro y de Santa María de la Consolación. Una enorme restauración necesita su bellísimo convento de San Antonio de Padua. Para los amantes de la leyenda tienen que conocer la torre de Floripes, en pleno mar interior del río Tajo. Es una atalaya del siglo XV, donde estuvo preso Guido de Borgoña, al que el amor de Floripes, libertó; se trata de una leyenda de la que se hace eco El Quijote. Muy cerca de allí, salvado de las aguas, el puente romano de Alconétar. Para los amantes del turismo religioso decir que aquí se halla la ermita de Nuestra Señora de Altagracia, patrona de Garrovillas y de la República Dominicana.

FIESTAS:

Fiesta de San Antón.
El 17 de enero. Cuando se ha recolectado la aceituna; continúan con San Blás, claro anuncio de la primavera; San Roque, recogido el cereal en las trojes; y, cuando el invierno se aproxima, las ferias de ganado. En Garrovillas, San Antón tiene dedicada una ermita, que preside el barrio de Cantarranas, próximo a las charcas. La Cofradía es la más popular y se la conoce con el nombre de "Hermandad de San Antón", designándose a los componentes como "sanantoneros". La víspera de la fiesta recorre las calles un "sanantonero" aporreando la tambora, con un son compuesto de tres golpes pausados seguidos de otros tres a ritmo más rápido. Los chiquillos que acompañan la comitiva canturrearán al ritmo de los golpes: "pon, pon, pon/la tambora de San Antón". Es el comienzo de la fiesta que continuará en la misma víspera con el paseo de la Hermandad en pleno, acompañada de la tambora, la gaita y el tamboril y en armonía entre el trago, el buen humor y entre canciones de este tenor: "Tiene una cochínita l la Hermandad de San Antón l que para beber por ella l hay que quitarle el tapón l San Antón l San Antón l hay que quitarle el tapón". Lo de la "cochinita" alude al cuero de vino que los "sanantoneros" manejan con generosidad. Por la noche se quema una monumental "minaria" -hoguera- para lo cual clavan en tierra un gran madero que se cubre con escobas, retamas, maderas viejas y toda suerte de trastos que suministran los vecinos. Durante la fantástica llamarada, no cesa la música de tamboril. El día de la fiesta se celebra una procesión festiva y jaranera. Durante el recorrido cuelgan de las andas del Santo, chorizos, buches y todo género de embutidos, que luego serán subastados con objeto de financiar los gastos de la fiesta y de la Hermandad.

Fiesta de San Blas.
El 3 de febrero. Así como San Antón es la fiesta de los hombres, San Blas, pocos días después, es del dominio casi exclusivo de las mujeres. San Blas y San Blasino o los San Blases, como se les conoce, con la oportunidad para despedir el invierno, vestir los atuendos tradicionales y comer el "bollu" y el "chorizu". Y así se dirá en la original habla garrovillana: "Primero jebreru/ segundo candeleru/ Bras terceru/ Brasinu festeru". El día de San Blas -3 de febrero- escoltan la procesión las mozas y las niñas, vestidas de "serrana", atuendos que volverán a lucir en el paseo de la tarde, que ha quedado como reminiscencia de la antigua romería a la desaparecida ermita de San Blas que se alzaba en la dehesa de Villasbuenas. Por esta razón el paseo se hacía por el camino a la fuente de la Madroña para regresar por la Peña de la Vista. Durante el paseo hace su aparición la "vaca romera", que no es otra cosa que un hombre disfrazado de vaca, que pone el espanto entre los pequeños y júbilo entre los mayores. La "vaca romera" va provista de una especie de alforjas, en las que suele llevar confituras con las que paliar el susto de la chiquillería. A cambio, la "vaca romera" recibirá morcilla, patatera y otro género de embutidos o golosinas. Y así asustando a unos, divirtiendo a todos, haciendo sonar el campano, tiznando la cara a los jóvenes, transcurre la tarde, antes de que comiéncen los bailes. El día siguiente -el de San Blasino- está consagrado a comerse el "bollu" y el "chorizu". Con este motivo se organizan jiras, antes con carros y caballerías enjaezadas, en las que la única o principal vianda es el "bollu", pan especial con anís, con forma de ave, en el que se introduce un chorizo, a ser posible de lomo, y un huevo, de forma que la masa, el chorizo y el huevo se cuezan al mismo tiempo. Los mozos entonaban entonces aquellas músicas cuyas letras decían: "cuando paso por tu puertas el dia de San Blasínul llevo el jocíco pringau l por el bollu y el chorizu l pá que no diga tu pairí l que estoy lampando y jambrientu l pá que no diga tu mairi l que de verte me mantengu...

Fiesta de San Roque.
Se celebra el 18 de agosto. Llega el verano, ha terminado la siega, los granos están en la troje, y los garrovillanos pensaban y piensan en la gran fiesta, San Roque o los Toros, que año tras año reproducen el reencuentro entre los que continúan y los que emigraron. El escenario es la Plaza Mayor, convertida en coso para capeas desde hace varias centurias. Las talanqueras, los carros, la jaula de maderos, la empalizá, las costanas, los rehiletes, los soplillos, son los ingredientes del juego con los toros. Toros que fueron los pioneros de cuantos se celebran en la región, regalo de los Duques a sus súbditos tras el pago de los diezmos e impuestos.

Nuestra Señora de Altagracia.
Se celebra el 8 de septiembre. El mercado o feria de Altagracia, una de las clásicas extremeñas de fin de cosecha, llegó a tener una enorme significación económica por hallarse la ermita en la encrucijada de viejos caminos. Tomás Martín Gil lo atestigua con la transcripción de un curioso documento del año 1588, en el que se recoge la súplica que los vecinos de Casar de Cáceres hacen al rey Felipe II para que revoque una ordenanza del Concejo de Cáceres que limitaba la libertad de comercio y, en consecuencia, de acudir libremente a la Feria de Altagracia. No hay duda de que se trata de un curioso antecedente de proteccionismo comercial tan de actualidad cuatrocientos años más tarde. Lo cual prueba fehacientemente la pujanza y el esplendor de Altagracia ya en el siglo XVI. Dos siglos después, en las actas de la Real Audiencia de la provincia de Extremadura se decía: "en el santuario de Altagracia, se celebra fiesta el día 8 de septiembre, y en ella se hace feria de ganado vacuno, caballar, mular, de cerda y algunos aperos de labranza." De estos tiempos provino la tradición gitana de acampar en Altagracia, bajo cuyo atrio se celebraron hasta época no muy lejana, los desposorios de acuerdo con los milenarios rituales cíngaros.


0 comentarios:

Publicar un comentario